Klaus Doste, Decano de la Facultad de Educación, Psicología y Familia. UFT (06 de junio de 2017)

Impacto es una palabra que suena un poco agresiva. Se habla de impacto de golpes, de accidentes (de choque de autos, por ejemplo) Un impacto, en sí, es un evento donde un cuerpo o una situación pueden cambiar su forma o dirección. Un choque de automóviles tiene impactos pues los vehículos comprometidos sufren una deformación en su carrocería, daños en el motor y perjuicios en sus conductores y/o pasajeros. La caída de la bolsa tiene impactos en las economías de tendencia capitalista. Asimismo, la educación también está sujeta a la secuencia de los impactos al ser capaz de trasformar la forma de ver la vida, de actuar ante las diversas situaciones del día a día, de ser una persona buena o mala, en otras palabras, hay una modificación en la dirección de la vida.

Desde este punto de vista, la educación es algo mucho más que informar e «inyectar» conocimientos o destrezas. Es un hecho de que estamos en una sociedad híper tecnologizada (por el aspecto de la técnica y el pragmatismo imperante) Somos una sociedad de conocimiento y competencias que prima y premia las habilidades y los saberes por encima de todas las cosas. Sin embargo, si pensamos en la educación como una formación integral debemos retroceder frente a una contemplación de cómo tomamos lo aprendido en el plano de la educación. Aquí se definen dos polos en los que se mueve el ser humano: lo contemplativo (lo inútil) y lo actual (lo productivo, lo útil). En la facción de lo práctico se distinguen dos tipos de actos:

  • Actos transeúntes: Este tipo de actos viven en el plano de lo técnico. Se desarrollan como las habilidades bajo la constante de ensayo-error-práctica y con el estribillo de esfuerzo, perseverancia y persistencia. De esta manera, se pueden entrenar como aprender a tocar el piano o ser un buen volante, goleador o arquero de La Roja. Estos actos, de todas formas, no definen la calidad de una persona. En ese sentido, el ser un as en el fútbol no dice relación si soy justa, bondadosa o sincera.
  • Actos inmanentes: Este tipo de actos sí pueden definir la bondad o malicia de un ser humano. El problema es que no pueden aprenderse bajo el tónico de ensayo-error-práctica. Para ser bondadosos, hay que estar vinculados con personas que den ese ejemplo: en este tipo de aprendizaje prima el maestro más que el entrenamiento en solitario, es decir, hay que tener un modelo que sea capaz de generar ese impacto en nosotros.

No hay una respuesta única para ser justo o generoso, porque ser virtuoso requiere de un hábito que refuerce ese modo de vivir. Y si hay que hablar de estrategias para afianzar hábitos, hay tantas como personas en el mundo. No hay un «manual de perfecto docente». Sin embargo, no hay que perder de vista que esto apunta hacia el bien. Por tanto, todo el impacto que un docente puede generar en sus alumnos desde la rectitud humana lo encaminan al bien: «el primer deseo de aprender se da en la nobleza del corazón del maestro”.