Karin Haddad y Javier Sanhueza,  docentes Magíster en Psicomotricidad, Facultad de Educación, Psicología y Familia,  Universidad Finis Terrae.


Un tema importante para tratar es la evolución del contexto educativo en el cual se instaura la Psicomotricidad como técnica científico-pedagógica. 

Esta concepción innovadora y a la vez tan trabajada (especialmente en Europa desde la segunda mitad del siglo XIX), intenta dar respuesta al profundo desfase del que padecen (y del que intentan escapar) las instituciones escolares.

Las condiciones sociales imperantes en la actualidad se basan en un desarrollo acelerado de las exigencias del mercado laboral y que se trasladan a los centros educativos y formativos formales y no formales. Es indudable que la institución escolar tendría que satisfacer estas exigencias con la formación de nuevas generaciones de alumnos y alumnas con una gran capacidad de adaptación (emocional y cognitiva) que le permitan poner en juego y mostrar los recursos suficientes (personales y profesionales) para hacer frente a los variados roles y obligaciones (competencias) que una sociedad tan compleja como la nuestra nos pide a demostrar. 

Los profesionales que nos encontramos situados en el ámbito educativo, nos debemos cuestionar si el sistema educativo es efectivo y cumple y da respuesta a esta misión. 

Creemos que esta misión está en camino, pero para ello se necesitan profesionales críticos y responsables, con una profunda convicción y valoración de su papel como profesores, docentes y/o profesionales facilitadores (aunque desde nuestra óptica como Psicomotricistas, preferimos el término de adultos que acompañan y facilitan el desarrollo psicomotriz, en su más amplia concepción, de las futuras generaciones.

Es aquí donde la Psicomotricidad Educativa (como medio de intervención estructurada estratégicamente) representa  un papel muy importante para el cumplimiento de los objetivos que a veces parecen perderse entre tantas programaciones, unidades didácticas, planificaciones, en fin, como dice R. Walter (citado por Pick y Vayer) “el objetivo de la educación no es solamente el de aprender a leer y coleccionar cuadernos (lo que no son más que medios) sino que la educación  debe tratar de dar a la infancia la oportunidad de explorar y utilizar todas (o gran parte) de sus posibilidades”.

Es un intento de recobrar la unidad funcional del ser humano, un intento de aportar medios educativos válidos y eficaces que permitan reintegrar la dimensión corporal en concordancia con los planes educativos impuestos desde instancias superiores a la educación del niño/a en toda su amplitud. 

Por otra parte, los planteamientos de la psicomotricidad, está lejos de ser una panacea, pero es el inicio de una visión “recobrada y resignificada” de un desarrollo armónico de la personalidad del niño/a, y porque no decirlo, del ser humano. 

Ahí no queda todo. 

Quizá, una de las aportaciones más importantes de la Psicomotricidad como ciencia y como técnica, es la recuperación de los valores, principios y significados que conlleva el establecer una relación estable con el “otro”, el recuperar las verdaderas bases de la “comunicación con el otro” y tal como dice CLADERA, S. (2016), “la educación es comunicación”. 

Para ello, debemos recalcar lo fundamental que es replantearse los pilares formativos del adulto – profesional que tratará de “acompañar” durante su desarrollo a nuestras niñas y niños escolarizados. Aparecen términos como un marco Actitudinal y Aptitudinal a desplegar.

Dentro de la formación del rol del psicomotricista le llamamos Formación Personal por vía Corporal a esta faceta de preparación y “transformación” del adulto en su proceso de validación como referente y facilitador de ambientes estimulantes en la infancia en contexto educativo. 

Una faceta que no puede por menos favorecer los diversos aspectos de la relación que el niño/a establezca consigo mismo, con el mundo de las cosas y con el mundo de los demás y como consecuencia, el desarrollo integral de su personalidad. 

Es importante formarse como profesional, adquiriendo técnicas y estrategias, en fin,  estructurar un saber, pero si no generamos en los adultos referentes y saber “hacer” y un saber “ser y estar” (la capacidad de poder transmitir, de contactar, de facilitar, de permitir el surgimiento del “deseo”, de potenciar la búsqueda y descubrimiento en nosotros mismos y, por tanto, en el otro, toda nuestra acción podría quedar vacía (sin una significación real), y jugar a la pedagogía del entretenimiento (que de entretenida a veces no tiene nada).

Es toda la tecnificación y metodología psicomotriz la que nos permite una percepción estratégica de aspectos fundamentales en la tarea educativa y que hasta ahora no se le había dado la atención debida. Son un ejemplo de ello; la comunicación no verbal, la escucha, la observación, la disponibilidad, el factor emocional y el ámbito psicoafectivo de las relaciones, entre otras.  

Aspectos que cobran relevancia si no sólo vemos el hecho educativo como una manera de transmitir elementos teóricos (sin una clara significación para la estructura cognoscitiva o emocional del niño/a) y todo el hecho educativo queda en la evaluación del rendimiento académico normativo. 

Se potencia, desde esta óptica, la constante evolución de la interacción durante el aprendizaje (en su acepción más global), una evolución que se produce tanto en el niño/a como en el adulto que participa en la relación.

Toda intervención psicomotriz (en sus diversas áreas de aplicación, la educativa es una de ellas) ha de contemplar siempre, tanto la necesidad de mejorar el equipamiento psicomotor del niño, es decir, el conjunto de informaciones a la que se pueda acceder (sociales, afectivas, cognitivas y motrices), como las condiciones en las que ésta se lleva a cabo, es decir, todo el dispositivo espacio- temporal, recursos materiales y humanos que participan en la interacción.

Como planteaban en sus inicios Aucouturier y Lapierre, si toda la globalidad psicomotriz del niño/a es trabajada y permitida, tendremos un alumnado más dispuesto a adquirir conocimientos teóricos sin una relación directa con la inmediatez y lo concreto.

Buscar un lugar para crear este espacio de interacción (sala de psicomotricidad) es un reto dentro de la escuela. Defender sus postulados e importancia es tarea del profesor que realmente entienda como la experiencia vivencial por la vía corporal (movimento – no movimento) es la base para toda evolución y maduración emotiva, cognitiva vehiculizada por una motricidad sana e integradora.  

Una estructura psicomotriz sólidamente construida sobre la experiencia corporal es la que permite construir estructuras cognitivas más complejas. (Schager, O., 2000) 

Es ilógico pensar que un sistema nervioso (alumno/a) que aún no ha logrado equilibrar el tono axial (columna vertebral) respecto al tono apendicular (extremidades) pueda permanecer sentado escuchando al profesor (atención – concentración), escribiendo (grafías, redacción y sintaxis) y manteniendo el equilibrio general (no caerse) de una silla que ni siquiera está pensada para un cuerpo en desarrollo, pueda acceder y asimilar contenidos abstractos (simbólicos – proyectivos). 

Quizás se piense que hasta el momento muchos lo han logrado (ir pasando de curso), y seguramente es así, muchos lo logramos, pero esto tiene un coste energético impresionante que en un momento u otro pasa factura al alumnado y a la larga, al sistema. Creo que a veces le llamamos “fracaso escolar”.

En un buen clima afectivo generado por el adulto, un clima de escucha, de disponibilidad, de coherencia, de sinceridad, de seguridad (afectiva y física) y que acoja las producciones expresivas del niño, claramente estamos trabajando sobre su autoestima. Preparando el camino para que confíe en sí mismo, en sus potenciales y reconozca hasta donde puede llegar (limitaciones propias o impuestas), es una manera de facilitar el que asuma riesgos controlados, el que enfrente otros aprendizajes con placer (o no), y que sepa pedir ayuda, comunicarla al adulto o al grupo, a controlar su frustración, en fin, que poco a poco estructure estrategias personales para hacer frente a las dificultades que pueda encontrar. 

La dificultad radica en qué visión del desarrollo psicomotriz estamos transmitiendo durante la formación de Pregrado (donde se debe formar a nuestros futuros profesoras y profesores) en el área de Psicomotricidad y su relación con el aprendizaje globalizador, y con el desarrollo de la personalidad en su totalidad. 

Aquí hay mucho por aportar. 

Referencias:

  • BELANDO-MONTORO, R., (2016). La educación repensada. Dinámicas de continuidad y cambio. Madrid, Ediciones Pirámide.
  • CLADERA FIOL, SONIA. «Educació Emocional a l’escola infantil; aprenent emocions a través de la psicomotricitat». Treball Final de Grau. Universitat de les Illes Balears. 2016.
  • LAPIERRE, A. y AUCOUTURIER, B. (1977a). Educación vivenciada (3 volúmenes). Barcelona, Científico-médica.
  • LE BOULCH, J. (1987). La Educación Psicomotriz en la Escuela Primaria. Barcelona, Paidós.
  • MENDIARA RIVAS, J., (2008). La Psicomotricidad Educativa un enfoque natural. Revista interuniversitaria de formación del profesorado, págs. 199-220.
  • RIVAS, P. (2020). Aprender a desaprender. Transformando la educación Superior. Madrid. LID Editorial.
  • RODRIGUEZ, M., APARICIO, J. ABRAHAM, C. (2020). Formación Permanente del Profesorado. Fundamentos pedagógicos, líneas estratégicas y acciones formativas para lograr un profesorado de calidad. Madrid, Ediciones Pirámide. 
  • VISCARRO, ISABEL; MARTÍNEZ, M. ASSUMPCIÓ; CAÑABATE, DOLORS. «Contribució de la psicomotricitat al desenvolupament de les capacitats i a l’adquisició de competències en l’Educació Infantil». Comunicació Educativa: revista d’ensenyament de les comarques meridionals de Catalunya, [en línia], 2010, Núm. 23, p. 34-38, https://www.raco.cat/index.php/comeduc/article/view/322034 [Consulta: 28-12-2020].