Daniela Figueroa Moya, académica y coordinadora de la Línea de Formación profesional, Pedagogía en Educación Parvularia, Universidad Finis Terrae.


 

Desde inicios del año 2020, hemos estado enfrentando una de las mayores crisis sanitarias de nuestra historia reciente, lo que ha traído repercusiones y transformado la vida de un gran número de personas a nivel mundial. En el ámbito de la educación formal, estos cambios se han manifestado no sólo en los medios en los que llevan a cabo las clases o los encuentros de las comunidades educativas, sino también en los modos en que podemos, efectivamente, comunicarnos y relacionarnos unos con otros (Schleicher, 2020).

 

Teniendo en cuenta aspectos comunicativos que influyen en los procesos de aprendizaje, la perspectiva Vigotskiana es clara en señalar la importancia de los contextos socioculturales en los que se producen las interacciones para el desarrollo del conocimiento (Vygotsky, 1979; Col, 1994; Villalta et al, 2013), donde el rol mediador es precisamente aquel capaz que conectar a aprendices y su potencial de aprendizaje (Feuerstein, 2006; Labarrere, 2008; Villalta, 2018). Hace algunos meses atrás, los sistemas educativos del mundo se organizaban principalmente en modalidades presenciales, permitiendo el desarrollo de interacciones sincrónicas y directas entre los miembros de las comunidades educativas, sin embargo, este escenario se ha transformado radicalmente con el arribo de la pandemia del Covid19 (CEPAL-UNESCO, 2020).

 

En Chile, los cambios en los procesos de aprendizaje y sus contextos se han dado en los distintos niveles de nuestro sistema educativo formal, presentando desafíos particulares por las características de un contexto altamente segregado (Valenzuela, Bellei y De Los Ríos, 2010; Bellei, 2013), donde la brecha digital ya evidente (Agostini y Willington, 2010) se ha vuelto más profunda y compleja (Baeza y Ocaña, 2020; CEPAL-UNESCO 2020). En el contexto de la educación superior, las carreras se han visto desafiadas, en el intento de continuar formando profesionales de acuerdo con los estándares de calidad establecidos y a sus perfiles de egreso, lidiando con las dificultades de acceso y problemas propios de los estudiantes que, desde diversas realidades, intentan proseguir con sus estudios universitarios (UNESCO-IESALC, 2020).

 

En el caso de las carreras de pedagogía, uno de los aspectos más críticos para las universidades, es el de la formación práctica de los futuros docentes, pues resulta ser uno de los factores cruciales para determinar la calidad de la formación inicial que no está pudiendo desarrollarse en su formato intrínsecamente presencial. La evidencia en torno a la Formación Inicial Docente (FID), señala que la práctica situada en contextos reales favorece el aprendizaje profesional y la elaboración reflexiva y profunda de aproximaciones y propuestas de intervenciones pedagógicas (Labra y Fuentealba, 2011; Dehesa de Gyves, 2015). Sin ir más lejos, el 2016 se oficializó en nuestro país la Ley 20903, que creó el Sistema de Desarrollo Profesional Docente, cimentando una nueva institucionalidad para favorecer la formación de calidad de profesores desde su etapa inicial, que destaca el valor de las prácticas progresivas en este cometido. No obstante, dada la actual situación sanitaria, la vasta mayoría de los establecimientos educacionales en el país se encuentran operando de manera online, y si bien el Ministerio de Educación había logrado establecer el inicio de un plan de retorno seguro a clases en marzo recién pasado (MINEDUC, 2020), en muy pocos espacios éste permitió que estudiantes de pedagogía pudieran retomar sus prácticas presenciales. De cualquier forma, una vez que se retomen las clases presenciales, resulta poco probable que se pueda favorecer la estancia de estudiantes en práctica en los centros educativos, dadas las medidas preventivas de contagio que limitan la cantidad de personas que pueden compartir en un espacio determinado, y que favorecen la presencia de niños, niñas y sus equipos de aula por sobre otros agentes de la comunidad educativa (Mineduc, 2020).

 

Para las carreras de educación parvularia, la situación es sumamente crítica, dada la no obligatoriedad del total de este nivel educativo y la gran cantidad de salas cunas y jardines infantiles que, a nivel nacional, han debido cerrar sus puertas, al menos temporalmente. Por otra parte, si bien a inicios de la pandemia se pensaba que su control sería más bien temprano, no existen hoy certezas respecto a cuándo, efectivamente, podrán retomarse modalidades presenciales de enseñanza de manera periódica. Ya el retorno de marzo de muchos establecimientos se vio afectado por nuevas cuarentenas a nivel nacional, que nos presentan un escenario complejo e incierto. 

Si nos detenemos en aspectos relativos a la FID, A más de 1 año de iniciada la crisis en nuestro país, las educadoras y educadores en formación (EPF), llevan un tiempo muy significativo de su trayectoria de estudio sin poder aproximarse presencialmente a un centro educativo por más de algunos pocos días, y sin       conocer directamente a los niños y niñas con los que pueden, en algunos casos más afortunados, continuar vinculándose de manera online. Vale la pena recordar que los programas de estudio de carreras de educación parvularia acreditados, se desarrollan en periodos de entre 8 y 10 semestres (CNA, 2018), por lo que más de 2 semestres sin prácticas presenciales representan entre un cuarto o un quinto de su formación inicial. En el caso de las prácticas iniciales o intermedias, este tiempo podría llegar a ser compensado durante el resto del trayecto formativo inicial. Sin embargo, las estudiantes de último año de carrera ven truncada su posibilidad de realizar su práctica profesional de manera presencial, lo que levanta una nueva complejidad a las universidades y la priorización curricular de sus programas de estudio. Con todo, en este escenario incierto, ¿cómo podemos garantizar la calidad de los procesos formativos de EPF que no están pudiendo asistir a prácticas presenciales?

En la consideración de este problema, las Universidades presentaron sus necesidades formativas al Ministerio de Educación, quien en respuesta ha desarrollado El programa “Tutores para Chile”. Esta modalidad propone trabajar las prácticas de los estudiantes de pedagogía de manera remota durante la pandemia, a través de tutorías dirigidas a los niños y niñas que puedan estar presentando dificultades en su aprendizaje y bajo rendimiento escolar (SES, 2020). Sin embargo, en el caso de educación parvularia, donde los procesos evaluativos no están estandarizados y no existe un requisito de vinculación online entre las familias y los centros educativos, las tutorías, como han sido diseñadas, son muy difíciles de implementar.  Por otro lado, aspectos centrales del nivel como el juego y el establecimiento de vínculos afectivos que permitan el desafío cognitivo a los niños y niñas para su aprendizaje (Broadhead et al, 2010; Alcock, 2016; SubEP 2018), no son necesariamente compatibles con una modalidad tutorizada de enseñanza.

En el caso de la Universidad Finis Terrae (UFT), la carrera de Educación Parvularia, ha desarrollado un modelo de prácticas simuladas (MPS) (2020), que, si bien se vincula formalmente al programa de Tutores Para Chile, establece lineamientos para que los y las educadoras en formación puedan realizar sus prácticas durante la crisis del Covid 19. No obstante, en el marco de la relación que se establece con los centros de práctica, son ellos quienes definen la modalidad de trabajo y la forma de vinculación de EPF con los niños/as, equipos educativos y familias. Si bien, existen algunas pocas oportunidades de encuentros sincrónicos, la mayoría de las veces, las experiencias educativas que planifican e implementan EPF son de carácter asincrónico, lo que dificulta enormemente la posibilidad de interactuar y mediar aprendizajes.

Esta situación presenta un enorme desafío a los formadores de formadores, quienes a la luz de las teorías socio constructivistas de mediación e interacciones, y en pleno conocimiento de la importancia radical del nivel de Educación Parvularia para la igualdad de oportunidades, tenemos una genuina preocupación en garantizar la formación profesional de calidad de los futuros y futuras profesionales de la educación. Para   quienes conformamos esta carrera, el foco es el ejercicio del rol mediador de nuestras y nuestros estudiantes, y cómo podemos favorecerlo en esta situación de crisis, para ofrecer mejores oportunidades de aprendizaje a la primera infancia en el contexto de pandemia en Chile.